miércoles, 19 de noviembre de 2014

Auschwitz blinda su supervivencia.

 

31 países aportan fondos para garantizar la conservación del campo nazi, que ha estado al borde del cierre. 

                             España no contribuye pese a su respaldo inicial.

El lugar más cruel de la tierra recibe más de un millón de visitas al año. Casi tantas como las personas que perecieron en él. En mitad de una llanura polaca, a 70 kilómetros de Cracovia, el Tercer Reich desarrolló sobre unas antiguas dependencias militares de Oswiecim —renombrado por ellos como Auschwitz— una sofisticada industria de la muerte, tan eficaz como macabra. El antiguo campo de exterminio, que celebrará los 70 años de su liberación el próximo 27 de enero, ha estado al borde de la desaparición como espacio de memoria debido a sus estrecheces económicas para garantizar la conservación de sus 155 edificios, 300 ruinas (entre las que se incluyen los dos hornos y cámaras de gas de Birkenau, volados por los nazis) y miles de objetos personales que en sí mismos condensan el espanto: minúsculos zapatos infantiles, prótesis de mutilados, montañas de gafas redondas, toneladas de cabello, la maleta de Klara Golosein, la de Georg Weiss, la de Else Meier, cartas de víctimas, apuntes de verdugos… “Antes de la creación del Fondo Perpetuo, la situación era crítica. Hoy en día, gracias a la comprensión general de lo importante que es preservar la autenticidad para las generaciones futuras, empezamos a ver la proverbial luz al final del túnel”, expone Piotr M. A. Cywinski, director del Museo de Auschwitz-Birkenau...



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